martes, 30 de septiembre de 2008

Iglesia de los Negros, Chascomús

Una de las atracciones culturales de la ciudad de Chascomús es la llamada Capilla o Iglesia de los Negros. En la esquina de Lamadrid y Venezuela, un poco alejada del centro, pero a metros de la laguna.


Su historia, según el recorte de un antiguo periódico colgado en una de las paredes, está relacionada a que “…Chascomús tuvo en sus épocas primitivas numerosa servidumbre de esclavos y aún después de las leyes de manumisión de 1813 y 1817 se mantenía en la zona ese estado de cosas. Los negros y mulatos formaron una hermandad y construyeron el edificio. Frente al templo se celebraban los ruidosos y pintorescos ritos del candombe cuyos resabios aún tienen vigencia en las fiestas carnestolendas. El Tío Poa y su mujer fueron los soberanos de la hermandad, y a ellos les sucedieron otros cuyos mandos fueron logrados por herencia.”[1]


Una de estas sucesoras fue la última cuidadora del templo, la “negra” doña Eloisa, a quienes algunos memoriosos de edad que hayan estado por el lugar hasta hace no muchos años sin duda la recuerdan. Guillermina Eloísa González de Luis vivía en el lugar y era bisnieta de Luciano Alsina, uno de los fundadores, supuestamente en el año 1806. Eloísa tuvo 10 hijos con Vicente Luis, un español nacido en Gijón y podía contar anécdotas escuchadas en su familia como la de los negros que salían en procesión de la capilla bailando el candombe. Se cantaban versos como “Ya viene a bailar candombe / la Santa Federación. / Ya llega por las morenas / de los negros del tambor.”

Es decir anécdotas relacionadas a los tiempos del Restaurador Rosas y el levantamiento de los Libres de Sur, donde en la batalla de Chascomús Pedro Castelli (hijo del prócer de la revolución de Mayo) fue decapitado por las tropas de Prudencio Rosas, hermano del Restaurador, y su cabeza colgada de un piquete como para que sirviera de escarmiento. Una práctica que después haría común la Mazorca, ya en tiempos de gobierno federal.


Desde otro punto de vista, Schavelzon en un título por demás elocuente llamadoLa Capilla de los Negros en Chascomús y su cambio de religión” (capítulo del libo Mejor Olvidar. La conservación del patrimonio cultural argentino. Daniel Schavelzon. De los Cuatro Vientos Editorial, 2008. Buenos Aires) resalta algo interesante en relación al cuidado del patrimonio y su significación histórica y social: “…única sede preservada de una Nación Afro reconocida como tal, es decir, los edificios que las comunidades de esclavos o ex-esclavos levantaban para sus propias actividades…había un número importante de afros tanto en la ciudad como trabajando en tareas agrícolas…a tal grado que en 1861 decidieron construir un edificio…lo cierto es que se envió al municipio una nota en nombre de la “nueva hermandad de morenos instituida en este pueblo con el título de Bayombé de Invenza”. El pedido dice que se quería construir un “Cuarto de las Animas y demás objetos indispensables a nuestros regocijos festivos”, no se usó la palabra “capilla” en ningún lugar ni se la relacionó con el culto católico…y el municipio le otorgó un terreno que estaba baldío…lógicamente separado del pueblo…”


Continúa en el siguiente párrafo la descripción de las modificaciones, donde se incluye el motivo de la inserción del concepto de “capilla”. “…sabemos que se construyó un edificio rectangular con techo a dos aguas, tres cabriadas internas de madera y techo de paja, paredes de mampostería de ladrillos…cuatro ventanas, puerta al frente con arco de medio punto…el piso era de tierra apisonada…y en el interior no había elemento alguno de tipo religioso católico.” Y finalmente continúa Schavelzon que a partir de 1950 y 1970 en segundo término por causas climáticas se hicieron las modificaciones donde “…se pudo evitar la colocación de un piso de cerámicas…se cambiaron unos pocos herrajes –aún están los forjados a mano-, se redujeron las cabriadas del techo al aserrarlas mecánicamente, aunque siguen siendo las mismas maderas…se le construyó un altar, un nicho para la virgen del Rosario y un barandal de madera que generó un presbiterio. Es decir, se la hizo capilla católica. Nunca se había celebrado misa hasta esa ocasión y por eso no está reconocida por la Curia como verdadera capilla.”[2]


En la actualidad es posible ratificar y comprender lo que observa Schavelzon, ya que a pesar de las modificaciones arquitectónicas y funcionales, es notorio que la construcción no fue concebida para práctica religiosa católica, al menos en comparación con las capillas convencionales. Pero en los recortes de los años 50’ que están colgados en las paredes, la crónica describe que la capilla fue concebida como tal desde su fundación, mencionando a Luciano Alsina (en realidad el apellido era Soler y era criado de la familia Alsina), el bisabuelo de la “negra” Eloísa como “…moreno, de profunda fe religiosa, casi rayana con el misticismo –así aseguran los tradicionalistas- construyó la capilla para “peticionar y rogar al Altísimo, dueño y hacedor del mundo”.[3]

Sin indagar en alguna documentación oficial como da a entender Schavelzon, sin duda que el periodista de los viejos recortes ha tomado en cuenta el relato de Eloísa, y al mismo tiempo es posible que ella, aprovechando que las autoridades darían mayor beneficio a la fe católica que a una extinguida orientación afro-americana, se haya valido de este recurso para privilegiar la preservación del predio. Los cierto es que sin duda, y como ya es reconocido por las colectividades afro, ha habido una mixtura de la fe entre la que los antepasados trajeron de Africa y la imposición católica una vez esclavizados en América.

Este dato precedente es importante ya que está mencionado brevemente en la propia capilla por una placa indicativa.

Es entonces, que a falta de una buena referencia histórica, la única información en el lugar son los recortes de diarios antiguos y algunas placas conmemorativas.

Por ellos es posible enterarse de la relación de la capilla con los Libres del Sur y su función como refugio para los heridos de la Batalla de Chascomús en 1839. También en 1858 y 1871 fue improvisado hospital durante las epidemias de cólera y fiebre amarilla respectivamente.


Retazos de la historia argentina, interesantes y tal vez trascendentales como la historia del aparentemente ausente componente “negro” en el país y que son poco conocidos y podrían difundirse mejor, se hallan alojados en este recinto. Si bien el propio Bartolomé Mitre destacó en el libro “San Martín” la contribución (principalmente como “carne de cañón”) de los forzados inmigrantes africanos a la independencia americana, actualmente es gracias al aporte de la genética que se conoce más a fondo y cada vez mejor el misterio de una población que si bien no es notoria fisonómicamente en este sector del continente, sí posee un importante acervo genético que influyó (y aún lo hace) no solo en lo cultural, sino también en lo social.


Para mayor información acerca de este tema puede consultarse en este mismo blog, el siguiente post: http://palimpsestovirtual.blogspot.com/2007/11/la-diluida-poblacin-negra-en.html



[1] José Luis Stoppino. Recorte de periódico colgado de la pared de la “Capilla de los Negros”.
[2] Mejor Olvidar. La conservación del patrimonio cultural argentino. Daniel Schavelzon. De los Cuatro Vientos Editorial, 2008. Buenos Aires.
[3] Recorte de periódico colgado de la pared de la “Capilla de los Negros”. No está declarado el autor.

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