Si bien el antiguo edificio de la ex Biblioteca Nacional (construido en 1901 y de estilo monumental Beaux Arts) en la calle México y Perú (San Telmo, Buenos Aires) iba quedando chico en directa ecuación con el crecimiento de la ciudad; la nueva y actual Biblioteca Nacional, en Palermo, (principalmente por razones políticas) demoraba mucho en construirse y estuvo a punto de quedar tan solo en un proyecto.
Para algunos, este viejo edificio fue el “laberinto” personal de Borges. Cuando el escritor comenzó a ser director de esta biblioteca entre 1955 a 1973, ya estaba ciego. El decir que su estadía como funcionario administrativo en este refugio puede emparentarse con el cuento “La Biblioteca de Babel”, remite a algunos aspectos tal vez autobiográficos. Así comienza el cuento: “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable…” (Borges, J.L. 1941). Los temas recurrentes de Borges en sus escritos, el universo y la noción del infinito representados en el laberinto, el desorden aparente que representa el orden, los libros y su condición de unicidad, la propia biblioteca, la simetría de las matemáticas y la geometría…
Otro fragmento parece aludir a la inevitable ceguera “…he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo…”
Umberto Eco reconoce que se inspiró en él para su personaje Jorge de Burgos, el bibliotecario no vidente de la novela “El nombre de la Rosa”, que luego quemaría la biblioteca; aunque el propio Eco (en entrevista a Jorge Halperín, 1992) admite que cuando pensó en plasmar su homenaje aún no sabía que el personaje iba a terminar en ese acto piromaniaco.
En “El nombre de la Rosa”, Guillermo de Baskerville y Adso de Melk penetran al laberinto, a la biblioteca “…no sé como explicar lo que sucedió, pero cuando salimos del torreón el orden de las habitaciones se volvió mas confuso. Unas tenían dos puertas; otras tres. Todas tenían una ventana, incluso aquellas a las que entrábamos desde habitaciones con ventana, convencidos de que nos dirigíamos hacia el interior del Edificio. En cada una el mismo tipo de armarios y de mesa; los libros siempre en buen orden, parecían todos iguales, y ni que decir tiene que no nos ayudaban a reconocer el sitio de un vistazo. Tratamos de orientarnos por las inscripciones. En cierto momento pasamos por una habitación donde se leía In diebus illis; después de dar algunas vueltas nos pareció que habíamos regresado a ella. Pero recordábamos que la puerta situada frente a la ventana daba a una habitación donde se leía Primogenitus mortuorum, y ahora, en cambio, daba a otra que de nuevo tenía la inscripción Apocalipsis Iesu Chisti, pero que no era la sala heptagonal de la que habíamos partido. Eso nos hizo pensar que a veces las inscripciones se repetían…” (Eco U., El nombre de la Rosa, 1980)
Teniendo en cuenta las palabras de Eco, es entonces que sobrevuela una alusión indirecta a este edificio de poco más de 100 años en el barrio de San Telmo.
El cuento “La Biblioteca de Babel” completo en dos sitios:
http://www.literaberinto.com/vueltamundo/bibliotecaborges.htm
http://www.literatura.us/borges/biblioteca.html
Con respecto al polémico aprovechamiento de la tecnología y el uso para la literatura, que permite expandir mas allá del libro o el papel el universo de los formatos para la lectura (como por ejemplo estos link), resulta adecuada una reflexión de Carlos Gamerro para la revista Ñ: “…una vez inventada la escritura, la literatura circuló de lo mas bien en papiros, pergaminos, papel de seda, sin el libro. El libro es un soporte, nada más. Así como la cultura oral dio paso a la del manuscrito y ésta cedió ante la de la imprenta, la galaxia Gutenberg dará lugar a la era digital. Eso es todo…los archivos de texto en Internet y los e-books están expandiendo las fronteras de la literatura, no amenazándolas…” (Gamerro C., Revista Ñ, 22/12/07)
Mas adelante comenta una anécdota donde una obra que costaba 440 dólares, la podía conseguir en Internet gratuitamente, aunque en otro formato por supuesto.
Esta reflexión aunque parezca descolgada, guarda relación con los involucrados en este artículo: la biblioteca y el laberinto, la creación de las palabras y el infinito, Borges y Eco, y especialmente, vislumbrar la importancia de los contenidos sea cual fuere el soporte, en relación directa a las discusiones que suscita el uso de la tecnología en disciplinas tradicionales como la literatura.
Al igual que en el libro de Eco y las discusiones de Guillermo de Baskerville y Jorge de Burgos acerca de la risa (cuya aceptación religiosa provocó la saga de asesinatos y posterior incendio de la abadía), estamos conviviendo con cambios en ciertos paradigmas, que de tan rápidos que se producen, puede resultar dificultoso percibirlos y por lo tanto aceptarlos.
En un capítulo de El Nombre de la Rosa”, Guillermo le recuerda a Jorge que “…a menudo la risa sirve para confundir a los malvados y para poner en evidencia su necedad. Cuentan que cuando los paganos sumergieron a San Mauro en agua hirviente, éste se quejó de que el baño estuviese tan frío; el gobernador pagano puso estúpidamente la mano en el agua para probarla, y se escaldó. Bello acto de aquel santo mártir, que ridiculizó así a los enemigos de la fe.”
Esto no pretende ser una justificación, pero actualmente está ampliamente validado que es mas lucrativo (en el mejor sentido) aceptar la diversidad y no los determinismos.
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